A la edad de 54 años, ha fallecido en Sevilla el investigador José Luis Gómez-Skármeta. Deja su esposa, Elisa, y sus hijos, Claudia (14) y Pablo (11).

Profesor de Investigación del CSIC, trabajaba en el Grupo de Regulación Génica y Morfogénesis, del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (CABD), centro mixto del CSIC y la Universidad Pablo de Olavide. Con casi treinta años de carrera investigadora, Gómez-Skármeta había publicado 117 artículos de investigación en los campos de la biología evolutiva y del desarrollo, especialmente con aproximaciones desde la genómica funcional y la epigenómica. Sus estudios también lo acercaron a la comprensión del desarrollo, la evolución y las enfermedades genéticas humanas.

Gómez-Skármeta había nacido en Santiago de Chile. Después de vivir un tiempo en Murcia, Sevilla y Madrid, volvió a Santiago de Chile, desde donde se trasladó brevemente a Madrid y luego, definitivamente, a Sevilla, para dedicarse al CABD, el cual contribuyó a fundar. De la excelencia de sus aportaciones científicas, son prueba el hecho de que en 2018 le fuera otorgado el prestigioso premio Carmen y Severo Ochoa de Investigación en Biología Molecular, la reciente concesión de una beca del European Research Council de dos millones de euros, y que el año pasado fuera nombrado miembro de la Organización Europea de Biología Molecular (EMBO). En buena medida, además, Gómez-Skármeta fue el artífice de la Unidad María de Maeztu del CABD, la cual dirigía.

Buen amigo del IBE, Gómez-Skármeta nos ha brindado su ayuda en varias ocasiones, siempre con entusiasmo y complicidad. Tuvimos el honor de contar con él, por ejemplo, como uno de los ponentes del simposio científico Trends in Evolutionary Biology, que organizamos en mayo de 2019 para conmemorar el 10º aniversario de la fundación del IBE. Pensábamos en él, actualmente, a la hora de renovar el Consejo Asesor Externo del IBE, lo que, desgraciadamente, ya no podrá ser.

Investigador incansable, brillante, trabajando siempre en la frontera del conocimiento; buscador incansable de nuevas y buenas preguntas, y que nunca perdió el entusiasmo que todos tenemos cuando empezamos, y que demasiado a menudo se va perdiendo con los años. Echaremos de menos no solo su ciencia excelente, sino también su bondad, su complicidad, su conversación atropellada, generosa en ideas regaladas, su amistad directa y transparente. Tenemos el pesar y la profunda sensación, que no entendemos, de que se ha ido demasiado pronto.