Atrás La ciencia evoluciona. ¿Evoluciona la carrera científica?

La ciencia evoluciona. ¿Evoluciona la carrera científica?

El Instituto de Biología Evolutiva (IBE) celebra el Día de La Mujer y La Niña en la Ciencia extendiendo la campaña “Cerremos La Tijera”. Un año más, damos visibilidad a las científicas que hacen posible el estudio de la evolución en el IBE y hablamos con ellas de los motivos tras la brecha de género en la ciencia.
11.02.2025

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Según el Informe Mujeres Investigadoras 2024 del CSIC, aunque las mujeres son mayoría en las primeras etapas de la carrera científica (académica y predoctoral), los porcentajes de género se invierten en las siguientes etapas (postdoctoral e investigador/a principal). De este modo, solamente el 26,9% de las plazas de investigador/a principal están ocupadas por mujeres.

Esta brecha de género en la carrera científica se representa con la “Gráfica de la Tijera” o la “Leaking Pipeline”, que muestra cómo las mujeres son expulsadas del sistema de crecimiento profesional en cada etapa de la carrera investigadora como si se tratara de una “tubería con fugas”.


Esta “fuga” de investigadoras empieza generalmente en la etapa postdoctoral, una etapa decisiva en la carrera académica que llega tras finalizar los estudios de grado, máster y doctorado. Para seguir en la carrera, el personal investigador debe lograr una beca como Juan de la Cierva, Beatriu de Pinós o Marie Sklodowska-Curie (MSCA). Estas son las becas que consiguió Rosa Fernández, investigadora principal en el IBE, cuando decidió continuar con su carrera investigadora después del doctorado.

Actualmente, lidera el grupo de Metazoa Phylogenomics del Instituto, donde disfruta planteando nuevos proyectos y soñando a lo grande para explorar la evolución de los animales. “Esa pasión pura por investigar es lo que más me motiva para venir cada día y seguir haciendo lo que hago”, comenta.

Sobre los motivos que la llevaron a iniciar el postdoctorado, Rosa Fernández explica que el suyo fue un caso de vocación y oportunidades.

“Yo amaba tanto la carrera científica y quería tantísimo tener mi laboratorio algún día para seguir investigando las cuestiones que me interesaban, que no consideraba otra opción; era claridad absoluta”.

Rosa Fernández, investigadora principal del IBE.

Cuando le preguntamos sobre la Gráfica de la Tijera, Rosa Fernández señala el diseño de la carrera investigadora.

“Uno de los problemas es que solo se puede terminar siendo investigador/a principal. Además, hay pocas becas y estas son muy competitivas. Si no tienes la suerte de que todo vaya muy bien durante tu doctorado y tus primeros postdoctorados, tu currículum no será competitivo y puede que tengas que plantearte otros escenarios”.

La suerte vuelve a mencionarse cuando hablamos sobre la carrera investigadora con Elena Bosch, investigadora principal y subdirectora del IBE y profesora del Departamento de Medicina y Ciencias de la Vida en la Universidad Pompeu Fabra (MELIS-UPF).

"Siempre digo que tienes que tener mucha suerte con el lugar al que vas y de poder publicar los resultados que obtienes. Puedes ir a un sitio muy bueno, pero a veces el proyecto no tiene los resultados esperados. O quizás sí, pero otro grupo competitivo te adelanta en la publicación. Tienes que tener suerte y trabajar duro durante mucho tiempo: tanto en el doctorado como en el postdoctorado, y después tener la oportunidad de volver."

Elena Bosch, subdirectora e investigadora principal del IBE.

Elena Bosch lidera el grupo de Genética evolutiva de poblaciones del Instituto, dónde disfruta de “conocer cosas nuevas y tener libertad para estudiar lo que nos apetece, dentro de unos límites, y que cada día sea diferente”. Cuando le preguntamos por su decisión de iniciarse en la etapa postdoctoral, la vocación vuelve a jugar un papel clave.

"En mi caso, tenía clarísimo que quería continuar mi vida como investigadora, así que busqué un contrato postdoctoral y tuve suerte. Encontré un contrato de postdoctorado por cinco años, aunque pude volver al tercer año. Me fue muy bien y quedé muy contenta con la experiencia. Pero claro, eso significa que, con una cierta edad, me fui a otro país y me separé de mi familia y amigos. Cada 15 días o tres semanas nos veíamos con mi pareja en Leicester, Inglaterra, o en Barcelona."

En su caso la movilidad que requiere la carrera investigadora no supuso un impedimento, pero nos advierte de que podría serlo para otras investigadoras. De ello nos habla también Rosa Fernández, que vivió cuatro años en Boston durante el inicio de su etapa postdoctoral. 

“Es una lastra que vamos arrastrando y que tiene mucho que ver con la “Leaking pipe”. Hay mucha gente que a sus treinta y tantos años no quiere irse al extranjero, tener que mover sus raíces, su familia, su pareja, amigos, etcétera. O a lo mejor quiere tener un hijo el año que viene, y no le apetece tener que irse dos años a otro país”, comenta Rosa Fernández, que advierte de que la competencia feroz, por otro lado, también podría decantar la balanza.

“Yo creo que uno de los problemas es que hay una ultra competitividad y que este tipo de sistema solo premia a los perfiles más "tops". Creo que es una pena, porque para ser una científica o un científico no hace falta ser un genio, pero el sistema que tenemos expulsa a la mayoría de la gente”, comenta Rosa Fernández, y advierte que “nos estamos perdiendo un montón de talento por el camino”.

En el IBE creemos que la ciencia nos necesita a todas. Síguenos en X, Bluesky o LinkedIn para seguir explorando los entresijos de la carrera investigadora de la mano de las científicas del IBE. #CerremosLaTijera.