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Iberia, un refugio aislado en el Paleolítico

Dos estudios paleo-genómicos internacionales en los que ha participado el Instituto de Biología Evolutiva (IBE-CSIC-UPF) reúnen datos de ADN de cazadores-recolectores de hasta 35.000 de antigüedad para completar la historia de las poblaciones humanas de Europa durante la Edad de Hielo.

 

07.03.2023

 

Dos equipos de investigación internacionales han analizado el ADN antiguo de más de 100 individuos cazadores-recolectores de Eurasia, en ambos estudios publicados en paralelo a las revistas Nature Ecology and Evolution y Nature el 1 de marzo de 2023. Los resultados revelan que la península Ibérica sirvió de refugio climático a poblaciones del paleolítico durante el período más frío de la Edad de Hielo, el Último Máximo Glacial. La supervivencia de estas poblaciones contribuyó a la continuidad genética en la Europa, que queda reflejada en los restos descubiertos por la investigación.

El primer estudio incluye datos genómicos de un individuo del sur de Iberia, Cueva del Malalmuerzo (Granada), de hace 23.000 años, uno de los momentos más fríos de la Edad del Hielo en la que grandes partes de Europa estaban cubiertas por masas de hielo. Este estudio también incluye nuevos datos de individuos Neolíticos de entre 7.000 y 5.000 años procedentes de yacimientos arqueológicos de Andalucía muy conocidos, como la Cueva de Ardales.

Foto de Pedro Cantalejo: Cueva del Malalmuerzo con Vanessa Villalba, investigadora postdoctoral en el IBE durante la investigación.

El segundo estudio, que cuenta con más de 100 individuos de antes y después de la Edad del Hielo en Eurasia, incluye también cazadores-recolectores de la Península Ibérica, como los individuos de 27.000 años de antigüedad, de los yacimientos de Cataluña de Mollet III y Reclau Viver (Girona), anteriores al Último Máximo Glacial. Ambas publicaciones llenan el vacío temporal existente en regiones inexploradas hasta el momento, aumentando así el conocimiento sobre la historia genética del Paleolítico de Eurasia Occidental.

Foto de Pedro Cantalejo: huesos humanos en la Cueva de Ardales.

La Península Ibérica juega un papel clave en la reconstrucción de la historia de las poblaciones humanas debido a su localización en el suroeste de Europa, que convirtió este territorio en un callejón sin salida de Eurasia. Por esta razón, la Península Ibérica se considera un sumidero y una fuente de movimientos poblacionales en el Paleolítico, que sufrieron contracciones y expansiones drásticas antes y después de la Última Edad de Hielo. Tanto es así que, estudios genómicos previos, con datos de hasta 13.000 años de antigüedad, ya evidenciaron la supervivencia y el legado de un linaje paleolítico mucho más antiguo que en otras partes de Europa, donde fue reemplazado.

También se sabe que la ascendencia genética de los individuos anteriores al Último Máximo Glacial del centro y sur de Europa difieren genéticamente de aquellos individuos que habitaron Europa central después de la Edad de Hielo. Sin embargo, se desconocía el panorama genético en Europa occidental, debido a la falta de datos genómicos de individuos que habitaron Europa antes y durante el Último Máximo Glacial. Gracias a estos dos nuevos estudios se ha podido llenar este vacío en la historia de la población ibérica.

Foto de Pedro Cantalejo: Arte rupestre en la Cueva de Ardales.

La continuidad genética de los restos encontrados desvela el papel de la Península Ibérica como refugio climático

Ambos estudios describen una conexión genética directa entre un individuo de Bélgica de hace 35.000 años y los individuos anteriores o contemporáneos al Último Máximo Glacial de Iberia y Francia, mostrando así una gran continuidad genética en Europa occidental.

“El período más frío de la Edad de Hielo se correlaciona con grandes desplazamientos y reemplazamientos de poblaciones en Europa central, pero este no parece ser el caso de la Península Ibérica.” Explica Vanessa Villalba-Mouco, que realizó su investigación postdoctoral en el Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), IBE, actualmente trabaja en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y es la primera autora del estudio Nature Ecology and Evolution y coautora del estudio Nature.

Esta continuidad genética a lo largo de varias decenas de miles de años sustenta el papel de la Península Ibérica como refugio de poblaciones durante la Edad del Hielo, es decir, actúa como una región climáticamente protegida donde los grupos humanos sobrevivieron antes de volver a expandirse por Europa.

“Además, no solo es posible trazar una conexión genética con individuos que datan de un periodo próximo a la Edad del Hielo, sino incluso con las primeras poblaciones del Paleolítico superior que habitaron Eurasia hace más de 45.000 años”, añade Vanessa Villalba-Mouco, Investigadora Postdoctoral del IBE durante el estudio.

El legado genético de la Edad del Hielo caracteriza, a su vez, a los grupos que se expandieron desde el ‘refugio del sur’ hacia Europa occidental y central, donde formaron un horizonte cultural conocido como 'magdaleniense', de entre 17.000-12.000 años de antigüedad. "Esta continuidad genética tan prolongada en el tiempo es excepcional, especialmente porque el linaje genético que estaba presente antes y durante la Edad de Hielo en la península Ibérica ya había sido reemplazado en otras partes de Europa en este momento", agrega Wolfgang Haak del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, autor principal de ambos estudios.

Foto de Pedro Cantalejo: Diente recuperado de la cueva de Malalmuerzo.

Por otra parte, los autores no encuentran conexiones genéticas con el norte de África a través del Estrecho de Gibraltar, que divide a ambos continentes por tan solo 13 km de distancia.

"A pesar de que durante el Último Máximo Glacial el nivel del mar llegó a bajar 150 metros, no detectamos influencias genéticas del norte de África, lo cual demuestra que el Estrecho de Gibraltar seguía siendo una barrera geográfica formidable para los movimientos de las poblaciones humanas." Añade Carles Lalueza Fox, Investigador Principal del IBE y actual director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (MCNB).

El estudio publicado en Nature Ecology and Evolution también incluye individuos mucho más recientes que datan del Neolítico, época en la que se desarrolla la agricultura y la ganadería en Europa. Los individuos neolíticos de Andalucía tienen la ascendencia característica de los grupos neolíticos de Anatolia, lo que indica que estos primeros grupos agrícolas se expandieron a lo largo de grandes distancias geográficas.

“Sin embargo, los individuos del Neolítico del Sur de Iberia tienen una mayor ascendencia de tipo cazador-recolector, lo que sugiere una interacción mucho más estrecha entre los últimos cazadores-recolectores y los primeros agricultores en el Sur de Iberia que en otras regiones”, dice José Ramos-Muñoz de la Universidad de Cádiz y coautor del estudio.

"Sorprendentemente, todavía es posible rastrear el legado genético del Paleolítico en los primeros agricultores del Sur de Iberia, lo que sugiere una mezcla local entre dos grupos de población con diferentes estilos de vida", concluye Gerd C. Weniger de la Universidad de Colonia y coautor del estudio.

Foto de Pedro Cantalejo: Equipo de investigación en la Cueva de Ardales.

 

Artículos de referencia: 

Villalba-Mouco, V., van de Loosdrecht, M.S., Rohrlach, A.B. et al. A 23,000-year-old southern Iberian individual links human groups that lived in Western Europe before and after the Last Glacial Maximum. Nat Ecol Evol 7, 597–609 (2023). https://doi.org/10.1038/s41559-023-01987-0

Posth, C., Yu, H., Ghalichi, A. et al. Palaeogenomics of Upper Palaeolithic to Neolithic European hunter-gatherers. Nature 615, 117–126 (2023). https://doi.org/10.1038/s41586-023-05726-0

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Perfiles de los protagonistas:

Vanessa Villalba-Mouco
Carles Lalueza Fox

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